La Jornada Semanal, 13 de octubre de 1996
Entrevista con Juan Miranda
Curanderos y Chamanes
Por Germaine Gómez Haro
Ampliamente
conocido en el medio periodístico por su larga trayectoria, primero en
la revista Sucesos para todos, que dirigió Gustavo Alatriste donde
laboró de 1969 a 1977 y luego en Proceso, donde coordina actualmente
el Departamento de Fotografía, Juan Miranda (San Andrés Tetepilco, DF,
1949) da un giro en su quehacer fotográfico para adentrarse en la
Sierra Mazateca con el fin de retratar a algunos de los principales
sabios, herederos de la milenaria tradición medicinal de la célebre
Huautla de María Sabina. Su exposición Curanderos y Chamanes se exhibó
en la Casa Lamm dentro del marco de Fotoseptiembre.
¿Cómo llegaste por vez primera a la Sierra Mazateca?
Hace
once años nos enviaron de Proceso a realizar un reportaje sobre María
Sabina, en el cual se intentaba demostrar cómo ese gran personaje de
reconocimiento internacional pasaba sus últimos años en un total
abandono. Tuve la enorme fortuna de conocerla y de participar en su
compañía en una ceremonia de hongos. Era una mujer de una dulzura
increíble, que te acariciaba con la mirada. María Sabina fue la primera
chamana mazateca que se dio a conocer fuera de la región; sin embargo,
sabemos que la tradición es milenaria y que actualmente sobrevive
gracias a algunos de sus sucesores, quienes con gran celo han sabido
preservar las enseñanzas de la sacerdotisa. A estos personajes dedico
mi trabajo reciente, con el fin de difundir la autenticidad y
profundidad de estas ceremonias rituales, tantas veces malinterpretadas
o tergiversadas por la sociedad moderna.
¿Existen todavía muchos chamanes en la región mazateca?
En
realidad no tantos, y mucho me temo que la tradición terminará por
desaparecer. Chamanes son dos: Filogonio, uno de los nietos de María
Sabina, considerado actualmente el Chamán Mayor, y Ricardo Rocha. El
resto son curanderos en diferentes especialidades.
¿Cuál viene siendo la diferencia entre chamán y curandero?
Es
básicamente lo mismo. Ambos se dedican a curar el cuerpo y el alma,
pero los chamanes incorporan en sus ceremonias el uso de los hongos
alucinógenos, mediante los cuales logran ver el interior del paciente
como a través de una radiografía que les permite detectar exactamente
cuál es el mal que los abruma, ya sea físico o espiritual. Su función
es extraer la energía negativa que has acumulado a lo largo de los años
y que en determinado momento se puede convertir en insoportable carga
emocional. El Chamán Mayor tiene el reconocimiento de la comunidad por
ser el sucesor directo de la sacerdotisa de los hongos y por estar
conectado directamente con Dios, y es quien, durante la ceremonia, se
bate personalmente contra las fuerzas del mal que abruman al enfermo
que deposita en él su confianza.
¿Cómo se establece la jerarquía del chamán?
Todo
depende. Puede ser por sucesión, como es el caso de Filogonio, o bien
por designación divina, como le ocurrió a Ricardo Rocha. Mira, si
llegas a Huautla como vil turista y no acudes a las personas adecuadas,
te van a abordar en la entrada para venderte los hongos como si fueran
dulces y cualquiera te jura que es pariente de María Sabina. En efecto,
dejó una numerosa descendencia, pero antes de morir designó como único
sucesor a su nieto Filogonio. Éste cuenta que cuando su abuela se
encontraba ya muy enferma, le comunicó a través de los sueños que lo
necesitaba de regreso en Huautla (él trabajaba entonces en tierras
cafetaleras) pues había decidido que él estaba destinado a ser el Gran
Chamán. Filogonio regresó con toda su familia al Fortín el barrio más
alto de Huautla y le tocó presenciar todo el drama de la muerte de su
abuela. Ahí compartió la dolorosa experiencia con Juan García Carrera,
ahijado y último traductor de la sacerdotisa, y quien años después
publicó La otra vida de María Sabina, donde relata cómo en esos penosos
momentos todos les fueron cerrando las puertas y nadie ni siquiera las
autoridades les quiso ayudar durante la agonía y el sepelio de la
chamana. No te imaginas la marginación en la que vive esa gente.
Encontré una pobreza impresionante cuando visité Huautla por primera
vez, hace once años, y hoy la situación sigue siendo la misma y así
vivió María Sabina. Imagínate que Margarita López Portillo le regaló
una casa prefabricada, supuestamente para ofrecerle un nivel de vida
más digno, pero nada más dejaron la casa ahí, jamás le conectaron
ningún servicio, de modo que tampoco fue una gran ayuda. Al final, sólo
Filogonio y Juan García Carrera se ocuparon de acompañarla a la
sepultura. Desde entonces, Filogonio ocupa el lugar de su abuela y
García Carrera se ha dedicado a difundir la imagen auténtica de la
madrina, tantas veces distorsionada por los charlatanes que buscan
lucrar con esa figura casi mística. Además, quiero subrayar la gran
labor que está haciendo García Carrera de recopilar las leyendas y
tradiciones de la cultura mazateca, con el fin de preservarlas y darlas
a conocer fuera de la comunidad.La historia de Ricardo Rocha es otra.
Él cuenta que cuando tenía treinta años de edad sufrió una experiencia
que cambió el destino de su vida. Por ese tiempo cosechaba con gran
prosperidad unas tierras fuera de su región natal. El éxito y el hecho
de ser un extraño alimentaron la envidia de los vecinos, quienes,
asegura, le echaron el mal de ojo; lo hechizaron a tal grado que
enfermó de parálisis y anemia, quedando ciego y sordo. Fue entonces
cuando recurrió por primera vez a los "hongos milagrosos", como último
recurso para recuperar la salud. Sostiene que recibió el designio de
Dios para curarse solo y a partir de entonces decidió dedicar el resto
de su vida al oficio de curandero.
¿Y en las ceremonias religiosas, además de los santos cristianos se invocan deidades paganas?
No,
los dioses prehispánicos aparecen más bien en el transcurso del viaje
alucinógeno, ¡en serio! Los curanderos y chamanes invocan primeramente
al Dios todopoderoso. Mencionan por lo común a San Martín de Porres,
Jesucristo, la Virgen de Guadalupe, al Sagrado Corazón, a San Martín
Caballero, entre otros. El rezo del curandero es una elevación de sus
peticiones a lo sagrado. Los hongos están ahumándose y el humo se lleva
las palabras hacia lo alto. Se ruega por la curación y la prosperidad
del paciente. Con un esfuerzo sobrehumano, ellos extraen el mal del
interior del enfermo y lo absorben; al final, lo vomitan
físicamente.Aunque predomine la religión católica, las supersticiones
y los amuletos a los que recurren los indígenas denota, de alguna
manera, una supervivenciade los cultos paganos,
¿no es cierto?
Claro,
utilizan los amuletos como complemento de la curación, o como
instrumentos que apoyan la práctica del ritual, por ejemplo las hojas
de floripondio, las plumas de guacamaya, el papel amate, los huevos de
totol, los granos de maíz y de cacao, etcétera. Aunque no falta el agua
bendita para ahuyentar a los malos espíritus. Es célebre el San Pedro
que todo lo cura (tabaco molido, mezclado con cal y ajo); igual te lo
untan para calmar un dolor, que te lo regalan en un paquetito para que
te traiga suerte. (Por si acaso, yo siempre lo llevo en la cartera.)
Depende de la especialidad de cada curandero el sistema que se emplea y
los amuletos que se utilizan. Por ejemplo: Juan Allende, huesero, lee
la suerte con copal; doña Brígida García es clarividente con las velas;
Rosalío Viera, "chupador de enfermedades", literalmente succiona el mal
del paciente; Herminio González, maestro en el oráculo de la suerte,
interpreta el futuro por medio de su libro de destinos; José Luis
García, honguero, proporciona a sus pacientes un caldo que consiste en
granos de cacao, agua bendita y la sangre de gallos sacrificados.
Gracias a su buena disposición, podemos verlos a todos en mis
fotografías, algunos de ellos en pleno ejercicio de su oficio.
¿Y qué nos dices de los hechiceros?
¡Uf!,
ése es otro mundo, son palabras mayores. El hechicero, en vez de acudir
a Dios, invoca a las fuerzas del mal con un fin negativo, destructivo.
Con ellos preferí no meterme porque, además, todo lo malinterpretan y
si algo no les parece ¡olvídate!, no la cuentas. Mira, intentamos
acercarnos a una hija de María Sabina María Apolonia y en un
principio aceptó dejarse fotografiar. Pero después apareció su hijo
echando serpientes por los ojos, y como es una sociedad enteramente
patriarcal y el hijo mayor lleva el control total de la familia, éste
se negó rotundamente. Su argumento era que seguramente estábamos
comercializando las imágenes de su gente con fines de lucro. Le
expliqué la finalidad de mi proyecto, y le aseguré, inclusive, que en
la exposición de la Casa Lamm las fotografías no iban a estar a la
venta, que el único objetivo era la difusión de sus tradiciones. No
hubo manera, y nosotros, con todo respeto, nos retiramos.
¿Y es abiertamente aceptado entre ellos acudir al hechicero para hacer el mal a un tercero?
Sí, también forma parte de su tradición. Finalmente, pensé que por algo pasan las cosas:
¿para qué promover el trabajo de alguien que se dedica a hacer el mal?
Por el contrario, el trabajo de los chamanes no despide más que bondad y generosidad, pura energía positiva.
¿En la comunidad existen charlatanes que se dediquen a tomarle el pelo a la gente con falsas curaciones?
No,
pues ellos, aunque no se vean, se reconocen a través de los hongos y
entre ellos no hay engaño posible. Los charlatanes son más bien
aquellos que han explotado la imagen de estos sabios sacerdotes con
fines superficiales, de comercialización como ocurrió en numerosas
ocasiones con María Sabina, sin preocuparse por profundizar en la
complejidad y la autenticidad de esta tradición religiosa milenaria.
(Los rostros que vemos en las fotografías de Juan Miranda me recuerdan
las mascaras prehispánicas; son expresivos por la fuerza de sus
angulosas facciones, gestos indescifrables, inermes, al mismo tiempo
cercanos y lejanos. El lente de Miranda logra captar la serenidad que
brilla en sus miradas penetrantes,que revelan la generosidad de quienes
con la fe y la sabiduría como instrumentos de trabajo dedican su vida
a asistir al prójimo.)
¿Por lo regular aceptan que se fotografíen sus ceremonias y se prestan para posar ante la cámara?
Son
personas muy sensibles que inmediatamente se dan cuenta de las
intenciones del visitante. Yo he tenido la suerte de ir acompañado por
mi tocayo Juan García Carrera, a quien todos conocen y respetan. Y en
todos los casos, al manifestarles mi respeto y admiración por su
trabajo, me han abierto sus puertas y sus corazones. Ahora cuento con
numerosos amigos en la comunidad. A fin de cuentas, para ellos lo más
preciado es que les regales una sonrisa. Es gente entrañable, de una
generosidad inconcebible.
¿Piensas acercarte a otras comunidades indígenas con el mismo fin?
Definitivamente.
Mi trabajo en Proceso me ha dado la oportunidad de viajar por todo el
mundo recopilando imágenes, pero ahora más bien me dedico a coordinar
el Departamento de Fotografía porque me interesa la proyección de los
jóvenes que tenemos ahí. El más reciente trabajo que hice para la
revista fue un ensayo fotográfico del subcomandante Marcos. Pero a
partir de esta experiencia trascendental con los mazatecos, me he
planteado el proyecto de hacer un largo recorrido por todas las
regiones indígenas, con el mismo fin de recopilar imágenes que queden
como testimonio de esa realidad de nuestro país, que cada vez me
interesa más. Para ello pienso solicitar una beca del FONCA, pues sería
un largo trabajo que me llevaría quizás unos tres años o más, ya que la
idea es meterme de lleno en cada cultura para poder dejar la constancia
de ese México profundo que la mayoría de nuestra sociedad,
desafortunadamente, desconoce o ignora.
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