RECONSTRUCCIÓN.
21 de junio, solsticio de verano 2010.
Nos hicieron creer que era más fácil
destruir que levantar. Criticar que proponer. Comerse vivo al otro,
antes de ofrecer tu vida por todos.
Los que saben de astrología hablan
de que estamos viviendo movimientos históricos en el cosmos que provocarán
la caída del mundo tal y como lo conocemos. La actividad del sol aumenta
mientras los movimientos telúricos y sociales se desatan. Las mareas
suben con el calentamiento global. Y el eje magnético de la tierra
se mueve día a día hacia el punto cero.
Datos duros para los que aún necesitan
que se les demuestre científicamente lo que sucede ante sus ojos.
Todas las estructuras de poder se tambalean.
Los partidos políticos del orbe se arrastran en el fango hundidos por
el desprestigio y la corrupción. La iglesia ya no sabe qué hacer para
detener el escándalo provocado por las perversiones de su propio oscurantismo.
El sistema económico hace agua en todo el planeta. La incongruencia
de la razón oficial se hace visible.
Y en México, la impunidad sigue gobernando
diez años después del inicio de la transición democrática. La desilusión
nacional se vuelve enfermedad crónica.
Para que sanen las heridas profundas
antes tiene que salir toda la pus.
Los cambios profundos se hacen por dentro
y desde abajo. La suciedad acumulada necesita ser ventilada. Las sábanas
sucias tienen que lavarse con agua limpia y secarse al sol. Las confesiones
en los oscurito requieren salir a la luz pública.
La mentira ya no tiene que ser lo políticamente
correcto.
La caída es inminente, lo mejor y más
conveniente, es concentrarnos en la reconstrucción. Dejar de criticar
lo que ya no funciona, lo obvio, y comenzar a poner nuestra energía
en lo que nace, la verdad oculta.
Donde pones tu atención es a lo que
le entregas tu energía creadora.
Hay luz detrás de este momento oscuro.
Hay verdad abajo de tanta mentira. Hay justicia al final de tanta impunidad.
Hay fe en el centro de la desilusión crónica.
Es un hecho: la fe es lo que nos va
a sacar a flote.
Tener fe es creer que todo tiene un
propósito divino. Y que estamos en sincronía con los cambios del sistema
solar.
La fe nos hace creer que la reconstrucción
comienza a partir de uno mismo. Si cambio mi forma de ver las cosas,
las cosas en el país y el planeta van a cambiar.
Uno es el poder creador de la reconstrucción.
Al contrario de lo que nos dijeron,
es más simple creer que dudar. Es más fácil crear que destruir. Es
más satisfactorio ayudar que estorbar. Y es más reconfortante tener
fe que miedo.
Creer es poder crear otra realidad:
la reconstrucción del reino del amor.