Ángeles Mariscal
Corresponsal
Tuxtla Gutiérrez, 7 de agosto. Rosario
Castellanos hoy se quedaría fría ante las cifras que confirman que en
México más de 10 millones de jóvenes entre 19 y 23 años que no estudian
ni trabajan. Ante la falta de oportunidades les pediría erigirse en
jueces inapelables de sí mismos, de la sociedad y de su país y mirar de
frente al sol, porque, después de todo, lo dijo Rosario, después de
todo, esta vida no puede llamarse desdichada
, refirió Elena
Poniatowska, escritora y periodista, al recibir la Medalla Rosario
Castellanos, que otorga el Congreso local para honrar la memoria de la
escritora y poeta chiapaneca.
Poniatowska, durante la sesión solemne de Legislativo de Chiapas y
luego de recibir la presea de manos del gobernador Juan Sabines
Guerrero, dijo que la vida de la chiapaneca es el mejor alegato para que todas las mujeres que tienen alguna vocación creativa confíen en sí mismas
.
De Chiapas salen todas las obras de Rosario Castellanos, en los
Altos de Chiapas Rosario no sólo produce sus novelas y sus libros de
cuentos. La mayoría de sus poemas reflejan sus diálogos con las
lavanderas del Grijalva, las recojedoras de café en el Soconusco, y las
tejedoras de Zinacantán. Las palmeras, la madera con la que hacen la
marimba. Su literatura es un cántico a la mujer que vende flores en la
plaza, al cofre de cedro, a la ceiba, al cántaro de Amatenango.
En su discurso, Poniatowska refirió que “una mañana, en Chiapas,
unos extranjeros se extrañaron de que un campesino iba montado con su
haz de leña a lomo de burro, mientras su mujer caminaba tras él con su
leña en los hombros. Cuando le preguntaron por qué la mujer iba a pie,
él respondió: es que ella no tiene burro
.
Rosario, que creía que las mujeres de su patria no tienen burro,
ahora se asombraría al ver que entre los reclamos de la mujeres y
comandantes zapatistas, está la exigencia de elegir a su marido,
mirarlo a los ojos, manejar un automóvil y tener a los hijos que quiere
y puede cuidar.
Rosario Castellanos –dijo– murió de la forma más absurda: por una
descarga eléctrica al intentar conectar una lámpara. “Murió solita en
una ambulancia las ser llevada al hospital, al irse se llevó su
memoria, su risa, todo lo que ella era. Su modo de ser río, de ser
adiós y nunca.
“En
Israel rindieron grandes honores a la embajadora, a la escritora; en
México la enterramos bajo la lluvia, la convertimos en parte pública,
en lectura para todos, la devolvimos a la tierra.
“En el fondo, Rosario entretejió el hilo de la muerte en casi todos
los actos de su vida, los cotidianos y los literarios. Había en ella
algo inasible, un andar presuroso, un tránsito que iba de la risa al
llanto, del corredor a la mesa de escribir. Un ir y venir de sus clases
en la Facultad de Filosofía y Letras a su casa. Una premura, un ansia
que punzaba sin mañana y sin noche. Muchas veces anunció que iba a
morir: ‘yo no voy a morir de enfermedad, ni de vejez, de angustia o de
cansancio. Voy a morir de amor, voy a entregarme al más hondo regazo.
Ya no tendré vergüenza de estas manos vacías ni de esta celda hermética
que se llama Rosario. En los labios del viento he de llamarme árbol de
muchos pájaros.’”
Conmovida, luego de leer varios poemas de la escritora chiapaneca,
Elena Poniatowska dijo que recibir la Medalla Rosario Castellanos “no
es sólo una distinción, sino un compromiso que invita a ser el árbol de
los pájaros que ya no cantan, porque en nuestro país la única voz que
se escucha es la de las armas.
“Rosario las condenó en 1968 en su Memorial de Tlatelolco, y
las condenaría de nuevo en esta época oscura en la que la luz más
frecuente es la de los fogonazos. Rosario, que vivió entre estudiantes,
hoy se quedaría fría ante las cifras que confirman que más de 10
millones de jóvenes entre 19 y 23 años, no estudian ni trabajan.
Y ante la falta de oportunidades les pediría erigirse en jueces
inapelables de sí mismos, de la sociedad y de su país y mirar de frente
al sol, porque después de todo, lo dijo Rosario, después de todo esta
vida no puede llamarse desdichada. Y porque los muchachos son nuestra
esperanza y sólo ellos pueden enseñarnos ese otro modo de ser humano y
libre que tanto anheló la gran escritora chiapaneca Rosario Castellanos.
Elena Poniatowska recibió una larga ovación de ciudadanos y políticos del estado.
En el acto estuvo acompañada por Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe.
Al entregarle la medalla, los congresistas de Chiapas reconocieron en
Elena Poniatowska su alta calidad moral y dimensión ética
.