Queridos
amigos:
Quiero pedirles que
hagan una experiencia con sus amigos y familiares: pregúnteles qué hacen
cuando en televisión anuncian las noticias de economía.
Las respuestas suelen ser
del tipo de las siguientes:
Creemos estar informados
porque sabemos el nombre de la última adolescente que tuvo un romance con
Berlusconi, conocemos la formación de los equipos principales para el
partido del domingo, sabemos los escándalos del espectáculo, o fuimos testigos
del intercambio de injurias entre dos dirigentes políticos cuyos nombres
olvidaremos el año próximo.
Pero ninguna de
estas cosas afectará en nada nuestras vidas. Sugestivamente, los únicos hechos
que pueden modificarla profundamente son los que no quisimos conocer.
Al respecto, el escritor
Raúl Scalabrini Ortiz advertía hace varias décadas que "las cuestiones de
economía son muy sencillas. Para comprenderlas sólo hay que saber sumar y
restar. Su usted no las entiende, pida que se las expliquen otra vez. Si a la
tercera sigue sin entenderlas, es que lo están robando".
Por eso les estoy
enviando aquí un informe de economía. Es un análisis del proceso de
privatización de los servicios públicos de agua y saneamiento en el Gran
Buenos Aires.
En realidad, no hubo una
sino dos privatizaciones del agua en la misma ciudad, ambas con consecuencias
semejantes.
La privatización del
siglo XIX
Durante el siglo XIX,
Buenos Aires soportó varias epidemias que desnudaron la fragilidad de una
ciudad en rápido crecimiento sin un adecuado sistema de abastecimiento de
agua potable y de saneamiento.
En 1858, el Ing. John Coghlan señaló que "una
obra pública que afecta tan vitalmente la salud y conveniencia de la
comunidad, no debe dejarse a merced de los especuladores", y recomendó
que el Estado se hiciera cargo de ese servicio.
No le hicieron
caso y el servicio fue entregado a una empresa asociada a la banca Baring
Brothers. El responsable fue el Ing. Bateman, quien dirigió el
proyecto desde Londres, sin venir nunca al país.
La empresa hizo un gran
negocio cobrando las tarifas e incumpliendo todos los compromisos asumidos.
Después de muchos escándalos y numerosos actos de corrupción, en 1891 se
aprueba una Ley que ordena al Estado recuperar las instalaciones y hacerse
cargo del servicio.
Las Obras de Salubridad
de la Capital fueron el embrión que permitió construir Obras Sanitarias de la
Nación, un organismo público de avanzada para su tiempo, que en todo momento
consideró al agua y al saneamiento como bienes sociales, no sujetos a comercio
ni especulación.
La privatización del
siglo XX
Un siglo después de
recuperados para la sociedad los servicios de agua y saneamiento se los vuelve
a privatizar, entregándolos a Aguas Argentinas, una subsidiaria del grupo
internacional Suez, con resultados semejantes a los de un siglo atrás. Un
informe del economista Daniel Azpiazu muestra que a la empresa le dieron la
concesión con una serie de cláusulas de tipo social en el contrato, que
después le autorizaron a no cumplir.
Se entregó el servicio a
una empresa privada argumentando que el Estado no tenía dinero para hacer las
grandes inversiones que se necesitaban. Sin embargo, la empresa no puso dinero
propio sino sólo una parte de lo que recaudó por las tarifas. Eso explica que
no haya invertido el 40 por ciento del dinero que se comprometió a
poner.
En cuanto a lo que decía
el contrato que Suez tenía que hacer y no
hizo:
-
No dio agua potable a
800.000 personas que estaba obligada a conectar.
-
No conectó con cloacas
a 1.032.000 personas que estaba obligada a
conectar.
-
No cumplió con el
tratamiento de las cloacas de 6.180.100 personas, lo que tenía que haber
hecho de acuerdo con el contrato y no hizo.
Cualquiera de nosotros
que no cumpla con su trabajo, sabe que lo va a perder. Sin embargo, Suez tuvo
la protección de varios Gobiernos, que le permitieron dejar de hacer todo
aquello para lo cual los habían contratado.
El tema de las tarifas es buen ejemplo de lo que enseñaba Scalabrini
Ortiz sobre las cuestiones de economía disfrazadas de difíciles. Se armó un
sistema muy complicado, en el que se hizo todo lo posible para que nadie
entendiera qué estaba pasando. Esto permitió hacer lo contrario de lo que se
había prometido:
-
Se entregó el contrato
a Suez con el compromiso de una tarifa social, que priorizara a los sectores
de menores recursos.
-
Sin embargo, durante
el período 1993-2002, la tarifa para los más pobres aumentó un 177 por
ciento, mientras que la tarifa para los más ricos sólo subió un 44 por
ciento.
Este conjunto de abusos
fueron posibles porque la mayor parte de las personas que podrían haberlo
impedido se desinteresaron de las cuestiones económicas.
El servicio público fue
reestatizado en el año 2006, después que la empresa distribuyera agua
contaminada con nitratos, amenazando de este modo la salud pública.
Reconstruir el sistema de excelencia que destruyó la privatización demandará
un tiempo, sin duda, prolongado. El cambio no es sólo económico y tecnológico,
sino que requerirá de herramientas de participación ciudadana para la
intervención de vecinos y usuarios en el control del servicio
público.
En esta entrega ustedes
reciben:
-
El trabajo "Privatización del agua y el saneamiento en
Argentina", de Daniel Azpiazu,
publicado en la revista Vértigo, de junio de
2010.
-
La obra de arte que
acompaña esta entrega es: "La aguadora",
un óleo que el español Francisco de Goya terminó
de pintar en 1812. La imagen está tomada desde abajo, en una pose de
monumentalidad que tradicionalmente se usaba para retratar a los poderosos.
Aquí Goya la usa para valorizar este oficio popular de llevar agua pura a
las casas de los vecinos. El cielo gris contrasta con la luminosidad de
otras estampas populares de Goya. Se advierte en ese gris la
tristeza causada por su sordera y por haber sido testigo de las tremendas
escenas de la guerra contra la ocupación
francesa.
Un gran abrazo a
todos.
Antonio Elio
Brailovsky
Francisco de Goya y
Lucientes: "La aguadora", óleo.
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