La mente sin ataduras
24 de enero
La
transformación del mundo resulta de la transformación de uno mismo, porque uno
mismo es producto y parte del proceso total de la existencia humana. Para que
uno pueda transformarse, es esencial que se conozca; sin conocer lo que somos,
no hay base para el recto pensar ni puede haber transformación alguna. Uno debe
conocerse tal como es, no como quisiera ser, lo cual es tan sólo un ideal y, por
lo tanto, es algo ficticio, irreal; sólo lo que es puede ser transformado, no lo
que uno desearía ser. Conocernos tal como somos requiere una vigilancia
extraordinaria de la mente, porque lo que es experimenta modificaciones, cambios
constantes; y para poder seguirlos con rapidez, la mente no debe estar atada a
ningún dogma, a ninguna creencia en particular, a ningún modelo de acción. Si
uno quiere ir en pos de algo, no es bueno estar atado. Para conocernos a
nosotros mismos, nuestra mente debe hallarse en un estado de percepción alerta,
de vigilancia, estado en el que se halla libre de todas las creencias, de todas
las idealizaciones, porque las creencias y los ideales nos dan un solo color,
falseando la verdadera percepción. Si queremos saber lo que somos, no podemos
imaginar algo que no somos ni creer en ello. Si soy codicioso, envidioso,
violento, de poco vale que tenga meramente un ideal de no-violencia, de no
codicia [...]. La comprensión de lo que somos feos o hermosos, malvados o
dañinos, lo que fuere-, el comprender sin distorsión alguna lo que realmente
somos, es el principio de la virtud. La virtud es esencial, porque ella nos
brinda libertad.
Krishnamurti