Conocerse a sí mismo
28 de
enero
Sin conocerse a sí mismo, haga uno lo que hiciere, no es posible el
estado de meditación. Entiendo por «conocerse a sí mismo», conocer cada
pensamiento, cada estado de ánimo, cada palabra, cada sentimiento; conocer la
actividad de la propia mente, no el yo supremo, el gran yo; no existe tal cosa;
el yo superior, el atma, sigue estando dentro del campo del pensamiento. El
pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es la respuesta de
nuestra memoria, tanto de la ancestral como de la inmediata. Si no hemos
establecido primero, de manera profunda, irrevocable, esa virtud que adviene
cuando nos conocemos a nosotros mismos, el mero intento de meditar es totalmente
engañoso y absolutamente inútil.
Por favor, es muy importante que aquellos
que son serios, comprendan esto. Ya que si no lo hacen, su meditación y el vivir
factual estarán divorciados, separados, tan ampliamente separados que, aun
cuando uno pueda meditar, adoptar posturas indefinidamente por el resto de su
vida, no verá más allá de su nariz. Cualquier postura que adopte, cualquier cosa
que haga, no tendrá en absoluto sentido alguno.
... Es importante comprender
qué es este conocerse a sí mismo: simplemente, estar atento, sin opción ni
preferencia alguna, al «yo», el cual tiene su origen en un haz de recuerdos;
sólo estar conscientes de él sin interpretarlo, tan sólo observar el movimiento
de la mente. Pero esa observación se ve impedida cuando, por medio de la
observación, uno se limita a acumular ideas sobre qué debe hacer, qué no debe
hacer, qué debe lograr. Si procedemos así, ponemos fin al proceso vivo que es el
movimiento de la mente centrada en el «yo». O sea, tengo que observar y ver el
hecho, lo factual, lo que es. Si esa observación la abordo con una idea, con una
opinión como la de «no debo», o «debo», que son las respuestas de la
memoria-, entonces el movimiento de lo que es se ve obstaculizado, bloqueado;
por lo tanto, no existe el aprender.
Krishnamurti