Más allá de la creencia
11 DE FEBRERO
Nos
damos cuenta de que la vida es desagradable, dolorosa, triste; deseamos alguna
clase de teoría, alguna clase de especulación o satisfacción, alguna clase de
doctrina que explique todo esto, y así quedamos atrapados en explicaciones,
palabras, teorías, y gradualmente las creencias echan raíces muy profundas y se
vuelven inconmovibles, porque detrás de esas creencias, de esos dogmas, está el
miedo constante a lo desconocido. Pero jamás miramos ese miedo; le volvemos la
espalda. Cuanto más fuertes son las creencias, más fuertes los dogmas. Y cuando
examinamos estas creencias: la cristiana, la hindú, la budista, etcétera,
encontramos que dividen a la gente. Cada dogma, cada creencia tiene una serie de
rituales, de compulsiones que atan y separan a los seres humanos. De modo que
empezamos una indagación para averiguar qué es lo verdadero, cuál es el
significado de esta desdicha, de esta lucha, de este dolor; y pronto quedamos
atrapados en creencias, rituales, teorías.
La creencia es corrupción, porque
detrás de la creencia y la moralidad se esconde la mente, el «yo» el «yo»
que se vuelve cada vez más grande, poderoso y fuerte-. Consideramos que la
creencia en Dios, la creencia en algo, es religión. Pensamos que creer es ser
religioso. ¿Comprende? Si no creemos, se nos considerará ateos, seremos
condenados por la sociedad. Una sociedad condenará a los que creen en Dios, y
otra sociedad condenará a los que no creen. Ambas son la misma cosa. Así pues,
la religión se vuelve una cuestión de creencia; y la creencia actúa y ejerce su
influencia sobre la mente. De ese modo la mente jamás puede ser libre. Pero sólo
en libertad podemos descubrir qué es lo verdadero, qué es Dios; no podemos
hacerlo mediante ninguna creencia, porque nuestra creencia misma proyecta lo que
pensamos que debe ser Dios, lo que pensamos que debe ser la verdad.
KRISHNAMURTI