Jeremy Laurence
The Independent
Periódico La Jornada
Viernes 17 de junio de 2011, p. 2
La orientación sexual no es cuestión de elección, sino neurobiológica al nacer.
Eso dijo Jerome Goldstein, director del Centro de Investigación Clínica
de San Francisco, en un discurso ante 3 mil neurólogos de todo el
mundo, en la 21 reunión de la Sociedad Neurológica Europea, el mes
pasado en Lisboa.
Con ello intentó resolver un acalorado debate de décadas: ¿los gays
nacen o se hacen? Es un enigma porque la homosexualidad plantea un
dilema biológico. No existe una ventaja evolutiva obvia en las
relaciones entre el mismo sexo; entonces, ¿por qué unas personas se
sienten atraídas hacia las de su mismo sexo? La atracción sexual aporta
el impulso para la reproducción: en términos darwinianos, el sexo es un
medio, no un fin. Desde una perspectiva evolutiva, las relaciones entre
el mismo sexo deberían ser descartadas por la selección natural.
Pese a ello, son comunes en el reino animal. Las aves las tienen, y
es probable que las abejas y las pulgas también. Entre los muchos
ejemplos están los pingüinos, de los cuales se sabe que entablan
relaciones de por vida con su mismo sexo, y los delfines y bonobos, que
son completamente bisexuales. Se han ofrecido varias explicaciones de la
ventaja evolutiva que tales relaciones podrían conferir. Por ejemplo,
los albatros hembras de la especie Alisan forman parejas del mismo sexo,
que son más aptas para criar a los polluelos que las hembras solas. La
homosexualidad también podría fortalecer el tejido social o atenuar el
conflicto entre machos cuando hay escasez de hembras. Las parejas gays
no preservarán sus propios genes, pero podrían preservar los del grupo
al que pertenecen.
Diversos puntos de vista
Se ha citado la existencia de la homosexualidad en el
reino animal como prueba de que no es un pecado contra natura. La
Asociación Siquiátrica Estadunidense retiró la homosexualidad de la
lista de trastornos mentales hace casi 40 años, en 1973, y la
Organización Mundial de la Salud hizo lo propio en 1992. Apenas en
febrero de 2010, el Real Colegio de Siquiatras del Reino Unido emitió un
comunicado para clarificar que la homosexualidad no es un trastorno siquiátrico
y añadió: No
hay evidencia científica de que la orientación sexual se pueda cambiar.
Además, los llamados tratamientos de la homosexualidad crean un
ambiente en el que florecen el prejuicio y la discriminación
.
Esta declaración fue motivada por una encuesta realizada entre mil
400 siquiatras y terapeutas, la cual descubrió que más de uno de cada
seis habían ofrecido convertir a gays en heterosexuales, o reducir sus
sentimientos gays o lésbicos. Además, los casos no se concentraban en el
pasado, sino se extendían a lo largo de décadas hasta el presente.
El profesor Michael King, de la Escuela Médica del Colegio
Universitario de Londres, quien encabezó el sondeo, publicado por BMC
Psychiatry, comentó en ese tiempo: “No esperábamos que ocurriera en esa
proporción y en realidad estamos preocupados… Es perturbador y dañino, y
no hay ninguna prueba en absoluto de que funcione”.
Un dato enigmático fue que fueron mucho menos terapeutas los que
dijeron que intentarían cambiar la orientación sexual de una persona si
ésta lo pedía –uno en 25– que los que reconocieron haberlo hecho en
realidad. Al parecer les incomodaba dar el tratamiento o reconocer que
lo habían hecho. Es posible que la presión de pacientes que exigían
ayuda a causa del acoso o la discriminación los haya impulsado a
intentarlo.
El profesor King comentó: Si el terapeuta no tiene la prudencia de
decirles que la orientación sexual forma parte de ellos y que nada
tiene de patológica, puede sentirse tentado a intentar cambiarlos. Lo
que debe decir es que es muy infortunado que sufran hostigamiento, y
tratar de ayudarlos a enfrentar esa situación
.
La investigación neurobiológica citada el mes pasado por
Jerome Goldstein en Lisboa ha servido para reforzar esta visión. Si se
puede mostrar que el cerebro de los gays tiene una fisiología diferente
del de los heterosexuales, es más difícil de sostener la idea de que son
aberrantes
y se les debe cambiar.
Estudios en gemelos han revelado un posible vínculo genético con la
orientación sexual, y el doctor Goldstone se propone examinar con
resonancia magnética los cerebros de gemelos idénticos para buscar
diferencias.
Investigadores del Instituto Karolinska, en Estocolmo, usaron
aparatos de resonancia magnética que miden el flujo sanguíneo hacia el
cerebro y encontraron diferencias en el tamaño de la amígdala en el
cerebro, la cual tiene un papel esencial en las respuestas emocionales.
El cerebro de los hombres homosexuales se parece al de las mujeres
heterosexuales, y el de mujeres homosexuales, al de los hombres
heterosexuales.
La investigación se acumula a otros estudios de diferencias
neurológicas entre hombres y mujeres homo y heterosexuales. Un estudio
encabezado por Qazi Rahman en Queen Mary, en la Universidad de Londres,
encontró que los hombres gays y las mujeres heterosexuales tienen en
común un deficiente sentido de dirección y tienden a encontrar su camino
usando referencias o preguntando a alguien. Los hombres heterosexuales
se apegan al mapa con obstinación.
Es posible que el lado derecho del cerebro, que domina las
capacidades espaciales, esté ligeramente más desarrollado en hombres
homosexuales y lesbianas. En cambio, un estudio anterior reveló que los
hombres gays y las mujeres heterosexuales se desempeñaban mejor que las
lesbianas y los hombres heterosexuales en facilidad de palabra.
Estos estudios respaldan los realizados por Simon LeVay,
neurocientífico gay del Instituto Salk de San Diego, California, quien
afirmó haber hallado diferencias estructurales entre los cerebros de
hombres homo y heterosexuales. Análisis post mortem realizados
por LeVay revelaron que una región del cerebro llamada núcleo
intersticial del hipotálamo anterior es de dos a tres veces más grande
en hombres heterosexuales que en mujeres. En cambio, en hombres
homosexuales es más o menos del mismo tamaño que en ellas.
Diferencias
Lo anterior apoya la noción de que el cerebro de los
hombres gays es en algunos aspectos semejante al de las mujeres. Pero
LeVay reconoció que es imposible decir si esto ocasiona que una persona
sea gay o si las diferencias entre cerebros son consecuencia de ser gay.
Para que las pruebas fueran contundentes, sería necesario mostrar que
las diferencias neurológicas existían en etapas tempranas de la vida y
que era posible predecir la orientación sexual a partir de ellas.
A LeVay le cautivaba la idea de que, si los gays nacieron así
,
se socavaría la presunta moralidad de la discriminación a los
homosexuales. Creía que un estilo de vida basado en una propensión
innata, más que en una elección consciente, es mucho más difícil de
condenar.
Jerome Goldstein coincide en ello. Debemos continuar acumulando
datos que muestren diferencias o similitudes entre los cerebros de
personas homosexuales, heterosexuales, bisexuales o transgénero
, señala, y añade: La
neurobiología de la orientación sexual y el cerebro gay, aunada a otros
estudios hormonales, genéticos y estructurales, tiene consecuencias de
largo alcance, más allá de la orientación sexual
.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/17/ciencias/a02n1cie